martes, 27 de abril de 2010

ALPHONSE ALLAIS


Hijo de Charles-Auguste Allais, farmaceútico, y de Alphonsine Vivien. Por decisión paterna inicia estudios de farmacia que finalmente terminaría abandonando para dedicarse a la escritura. A los 21 años empieza a colaborar en el diario "Tintamarre". A los 25 años publica su primer artículo teórico sobre el "Fumisme" (camelismo) y un año después el diario "L´Hydropathe" le dedica un número con el título “Alphonse Allais, jefe la escuela fumista”.

Su firma aparece por primera vez en el Chat noir en 1885. A los 33 años publica su primer libro: "La nuit blanche d`un hussard rouge". También tomará vida su personaje "Le Captain Cap" (Cap, de Albert Caperon, amigo y colaborador del diario). A los 41 años años se casa con Mari Gouzée de 26 años y hacen su viaje de bodas a Venecia. Diferentes libros y relatos iran apareciendo en "Le Journal", "Le Sourire".

En 1896 sale la primera edición del Ubu Rey, de Alfred Jarry y es saludada con admiración por Allais. El 26 de octubre de 1898 nace su hija Marie Paule (falleceria en 1978). Alphonse Allais es citado en el Almanaque del Padre Ubu como: “Alphonse, celui qui ira”. En 1904 aparece en “La Fleche” una biografía de Alphonse Allais firmada por Sacha Guitry. El 20 de octubre aparece en “Le Journal” su última cronica y el 21 en “Le Sourire” su último relato: ”Erreur n'est pas compte”.

El 28 de octubre de 1905, a los 51 años, muere de una embolia en París. Durante la II Guerra Mundial, una bomba aliada dejó totalmente arrasada su tumba en el cementerio de Saint Quen.

UN RAJÁ QUE SE ABURRE - ALPHONSE ALLAIS



¡El rajá se aburre!

¡Ah, sí, se aburre el rajá!

¡Se aburre como quizá nunca se aburrió en su vida!

(¡Y Buda sabe si el pobre rajá se aburrió!)

En el patio norte del palacio, la escolta aguarda. Y también aguardan los elefantes del rajá. Porque hoy el rajá debía cazar al jaguar.

Ante yo no sé qué suave gesto del rajá, el intendente comprende: ¡que entre la escolta!; ¡que entren los elefantes!

Muy perezosamente, entra la escolta, llena de contento.

Los elefantes murmuran roncamente, que es la manera, entre los elefantes, de expresar el descontento.

Porque, al contrario del elefante de África, que gusta solamente de la caza de mariposas, el elefante de Asia sólo se apasiona con la caza del jaguar.

Entonces, ¡que vengan las bailarinas!

¡Aquí están las bailarinas! Las bailarinas no impiden que el rajá se aburra.

¡Afuera, afuera las bailarinas! Y las bailarinas se van.

¡Un momento, un momento! Hay entre las bailarinas una nueva pequeña que el rajá no conoce.

-Quédate aquí, pequeña bailarina. ¡Y baila! ¡He aquí que baila, la pequeña bailarina!

¡Oh, su danza!

¡El encanto de su paso, de su actitud, de sus ademanes graves!

¡Oh, los arabescos que sus diminutos pies escriben sobre el ónix de las baldosas! ¡Oh, la gracia casi religiosa de sus manos menudas y lentas! ¡Oh, todo!

Y he aquí que al ritmo de la música ella comienza a desvestirse.

Una a una, cada pieza de su vestido, ágilmente desprendida, vuela a su alrededor.

¡El rajá se enciende!

Y cada vez que una pieza del vestido cae, el rajá, impaciente, ronco, dice:

-¡Más!

Ahora, hela aquí toda desnuda.

Su pequeño cuerpo, joven y fresco, es un encantamiento.

No se sabría decir si es de bronce infinitamente claro o de marfil un poco rosado. ¿Ambas cosas, quizá?

El rajá está parado, y ruge, como loco:

-¡Más!

La pobre pequeña bailarina vacila. ¿Ha olvidada sobre ella una insignificante brizna de tejido? Pero no, está bien desnuda.

El rajá arroja a sus servidores una malvada mirada oscura y ruge nuevamente:

-¡Más!

Ellos lo entendieron.

Los largos cuchillos salen de las vainas. Los servidores levantan, no sin destreza, la piel de la linda pequeña bailarina.

La niña soporta con coraje superior a su edad esta ridícula operación, y pronto aparece ante el rajá como una pieza anatómica escarlata, jadeante y humeante.

Todo el mundo se retira por discreción. ¡Y el rajá no se aburre más!

sábado, 24 de abril de 2010

CULEBRA SERÁ - ANONIMO


Cuando san Menulphe o Menoux regresaba de Roma a pie hacia Quimper-Corentin-en-Bretagne, se hallaba muy fatigado al llegar al pueblo de Mailly-les-Roses, a orillas del Ours. Se detuvo para descansar, luego se estableció allí definitivamente, y llevó en soledad una vida de oración y meditación. Toda la región supo enseguida que el santo anacoreta era un enviado de Dios, que realizaba numerosos milagros, aliviaba a los desgraciados con su infatigable caridad, curaba los males de los inválidos y de los enfermos. Se le respetó y se depositó en él la máxima confianza.

En el pueblo de Mailly-les-Roses, antes de que cambiara ese bonito nombre florido por el de Saint-Menoux, convertido en su patrón, había una fuente de la que todas las gentes del lugar iban a sacar agua. Unas mujeres, al llegar un día a la fuente, vieron una gruesa serpiente que allí se bañaba. Su cabeza salía del agua, su boca dejaba ver un dardo amenazador y sus ojos lanzaban llamaradas de fuego. Las mujeres huyeron despavoridas, fueron a buscar a san Menoux y le suplicaron que los librara de aquel monstruo salido, sin duda, de los infiernos. El santo ermitaño se dirigió a la fuente, introdujo en ella su cayado, alrededor del cual se enrolló la serpiente. Cuando la hubo sacado del agua, la lanzó al aire diciendo: «Donde caiga, culebra será».La bestia inmunda fue a caer a más de diez leguas de allí, entre Cérilly y Lurcy-le-Sauvage, en un territorio de aspecto desolado donde, después, se construyó una iglesia alrededor de la cual se fue edificando la aldea de Couleuvre (culebra).

La serpiente proliferó y atrajo a otros animales venenosos: víboras, sapos, escorpiones. Había tal cantidad que nadie se atrevía a acercarse a aquel lugar por miedo a recibir una picadura mortal. San Julián -la tradición no aclara si se trataba de Julián el Apóstata que venció el Galileo o de Julián el Hospitalario, pero asegura que había matado a su padre y a su madre sin saberlo-, al tener conocimiento de la gran desolación del lugar en el que había caído la serpiente de Menulphe, decidió vivir allí en un montaraz ascetismo, para espiar el doble parricidio que había cometido involuntariamente. Tan pronto como él llegó, todos los animales venenosos desaparecieron. Y no regresaron jamás. Julián construyó en primer lugar un oratorio, cerca del cual hizo brotar una fuente. Luego decidió construir una iglesia. Pidió a las gentes del lugar que le ayudaran, acarrearan las piedras e hicieran los muros. Todo el mundo se puso manos a la obra y, pronto, la iglesia salió de sus cimientos, se levantó con un frontispicio perforado por una puerta románica, una puerta lateral adornada con tímpanos esculpidos, una torre redonda con vanos de medio punto, sostenida por pilares y rematada por una alta fecha. Como todo el mundo colaboró, el trabajo avanzó rápidamente. Se cuenta, no obstante, que hubo tres jóvenes que decidieron no prestar su colaboración a la edificación común. Tramaron una farsa macabra para no trabajar, convencieron a uno de ellos de que se hiciera el muerto y lo colocaron, cubierto con una sábana blanca, sobre una carreta tirada por dos bueyes. Cuando llegaron al tajo, san Julián les dijo:

-Deteneos un instante y llevad vuestra piedra a la iglesia que levantamos a la gloria de Dios.

-No podemos -contestaron los jóvenes- porque llevamos un muerto.

-Entonces proseguid vuestro camino -dijo san Julián-, y que todo sea como decís.

Preguntándose qué significaban aquellas palabras, los jóvenes aguijonearon a los bueyes y se pusieron de nuevo en marcha. Tan pronto como pensaron que el santo no podía verlos, levantaron la sábana e invitaron a su compañero a levantarse. Éste permaneció sin moverse. Los otros lo sacudieron. No se movió. Entonces comprendieron el sentido de las palabras de san Julián, al constatar con terror que su amigo no daba ya señales de vida.

Pero Julián era incapaz de sentir rencor. Estimó que la lección que le había dado a los jóvenes era suficiente. Además la prometida del muerto fue llorando en su busca, para suplicarle que le devolviera la vida. Julián se puso a orar y le dijo a la joven:

-Beba agua de la fuente que Dios ha hecho brotar, y regrese a su casa, pidiendo al Cielo que perdone la mentira de su novio.

Cuando llegó cerca de su casa, vio al joven que se dirigía hacia ella sonriendo. Este hecho milagroso produjo una gran conmoción en toda la región. Dio testimonio de las virtudes y del poder de san Julián. Todos quisieron ponerse bajo su protección. Las casas se fueron edificando en torno a la iglesia y es así como nació la aldea de Couleuvre.

Después de haber expiado su doble asesinato por la penitencia, Julián falleció a una edad muy avanzada. Fue enterrado en la iglesia que él había construido y el pueblo tomó la costumbre de acudir en peregrinación a su tumba, el día de su fiesta. Acudían desde lugares lejanos. Se formaba una procesión, con el clero a la cabeza, y llegaban a la fuente al fondo del barranco. Los enfermos bebían su agua fresca y se sentían instantáneamente aliviados. Las chicas jóvenes y las mujeres también bebían, las primeras para encontrar marido en aquel año y las otras para conocer las alegrías de la maternidad.

jueves, 22 de abril de 2010

ASERRANDO UNA RAMA - ANONIMO ARABE


Nasrudín subió a un árbol para aserrar una rama. Alguien que pasaba, al ver cómo lo estaba haciendo, le avisó:

-¡Cuidado! Está mal sentado en la punta de la rama... Se irá abajo con ella cuando la corte.

-¿Piensa que soy un necio que deba creerlo? ¿O es usted un vidente que pueda predecir el futuro? -preguntó Nasrudín.

Sin embargo, poco después, como siguiera aserrando, la rama cedió y Nasrudín terminó en el suelo. Entonces corrió tras el otro hombre hasta alcanzarlo:

-¡Su predicción se ha cumplido! Ahora dígame: ¿Cómo moriré?

Por más que el hombre insistió, no pudo disuadir a Nasrudín de que no era un vidente. Por fin, ya exasperado le gritó:

-¡Por mí podrías morirte ahora mismo!

Apenas oyó estas palabras, Nasrudín cayó al suelo y se quedó inmóvil. Cuando lo encontraron sus vecinos lo depositaron en un féretro. Mientras marchaban hacia el cementerio, empezaron a discutir acerca de cuál era el camino más corto. Nasrudín perdió la paciencia y, asomando su cabeza fuera del ataúd, dijo:

-Cuando estaba vivo solía tomar por la izquierda; es el camino más rápido.

martes, 20 de abril de 2010

LA MANO - RAMON GOMEZ DE LA SERNA

El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado. Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino. La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto. Llena de terror, acudió la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte.¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano? Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».

lunes, 19 de abril de 2010

AMIGOS - ANONIMO ARABE


Dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron.

El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena:

"Hoy mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro".

Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde resolvieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo. Al recuperarse tomó un estilete y escribió en una piedra:

"Hoy mi mejor amigo me salvó la vida".

Intrigado, el amigo preguntó:

-¿Por qué, después que te lastimé, escribiste en la arena, y ahora escribes en una piedra?

Sonriendo, el otro amigo respondió:

-Cuando un gran amigo nos ofende, deberemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, deberemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón donde viento ninguno en todo el mundo podrá borrarlo.

jueves, 15 de abril de 2010

EL ENCANTO - ANONIMO CHINO


Ch´ienniang era la hija del señor Chang Yi, funcionario de Hunan. Tenía un primo llamado Wang Chu, que era un joven inteligente y apuesto. Habían crecido juntos y, como el señor Chang Yi quería mucho al muchacho, dijo que lo aceptaría de yerno. Ambos escucharon la promesa, y como estaban siempre juntos, el amor aumentó día a día. Ya no eran niños y llegaron a tener relaciones íntimas. Desgraciadamente, el padre no lo advirtió. Un día un joven funcionario le pidió la mano de su hija y el señor Chang Yi , olvidando su antigua promesa, consintió.

Ch´ienniang, debiendo elegir entre el amor y el respeto que le debía a su padre, estuvo a punto de morir de pena, y el joven estaba tan despechado que decidió abandonar el país para no ver a su novia casada con otro. Inventó un pretexto y le comunicó a su tío que debía marchar a la capital. Como el tío no logró disuadirlo, le dio dinero, regalos, y le ofreció una fiesta de despedida. Wang Chu, desesperado, pasó cavilando todo el tiempo de la fiesta, diciéndose que era mejor partir y no empeñarse en un amor imposible.Wang Chu se embarcó una tarde y había navegado unas millas cuando cayó la noche. Le dijo al marinero que amarrara la embarcación y que descansaran, pero por más que se esforzó no pudo conciliar el sueño. Hacia la medianoche, oyó pasos que se acercaban. Se incorporó y preguntó:

-¿Quién anda ahí, a estas horas de la noche?

-Soy yo, soy Ch´ienniang.

Sorprendido y feliz, Wang Chu la hizo entrar a la embarcación. Ella le dijo que el padre había sido injusto con él y que no podía resignarse a la separación. También ella había temido que Wang Chu, en su desesperación, se viera arrastrado al suicidio. Por eso había desafiado la cólera de los padres y la reprobación de la gente y había venido para seguirlo a donde fuera. Ambos, muy dichosos, prosiguieron el viaje a Szechuen.

Pasaron cinco años de felicidad y ella le dio dos hijos. Pero no llegaban noticias de la familia y Ch´ienniang pensaba cada vez más en su padre. Ésta era la única nube en su felicidad. Ignoraba si sus padres vivían o no, y una noche le confió a Wang Chu su pena.

-Eres una buena hija -dijo él- ya han pasado cinco años y se les debe de haber pasado el enojo. Volvamos a casa.

Ch´ienniang se regocijó y se aprestaron a regresar con los niños.

Cuando la embarcación llegó a la ciudad natal, Wang Chu le dijo a Ch´ienniang.

-No sabemos cómo encontraremos a tus padres. Déjame ir antes a averiguarlo.

Al divisar la casa, sintió que el corazón le latía. Wang Chu vio a su suegro, se arrodilló, hizo una reverencia y pidió perdón. Chang Yi lo miró asombrado y le dijo:

-¿De qué hablas? Hace cinco años Ch´ienniang está en cama y sin conciencia. No se ha levantado una sola vez.

-No comprendo -dijo Wang Chu- ella está perfectamente sana y nos espera a bordo.

Chang Yi no sabía qué pensar y mandó dos doncellas a ver a Ch´ienniang.

La encontraron sentada en la embarcación bien ataviada y contenta. Maravillada, las doncellas volvieron y aumentó el asombro de Chang Yi.

Entretanto, la enferma había oído las noticias y parecía haberse curado: sus ojos brillaban con una nueva luz. Abandonó el lecho y se vistió ante el espejo. Sonriendo y sin decir una palabra, se dirigió a la embarcación.

La que estaba a bordo iba hacia la casa: se encontraron en la orilla. Se abrazaron y los dos cuerpos se confundieron y sólo quedó una Ch´ienniang, joven y bella como siempre. Sus padres se regocijaron, pero ordenaron a los sirvientes que guardaran silencio, para evitar comentarios.

Por más de cuarenta años, Wang Chu y Ch´ienniang vivieron juntos y fueron felices.

miércoles, 14 de abril de 2010

HABLABA Y HABLABA - MAX AUB

Hablaba y hablaba... - Max Aub

Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro

MAX AUB

Dramaturgo y narrador español. Nació en París en 1903, hijo de padre alemán y madre francesa que se instalaron en Valencia en 1914. Dirigió entre 1935 y 1936 el teatro universitario "El búho" perfilándose como uno de los escritores jóvenes influido por la Revista de Occidente y José Ortega y Gasset. Durante la guerra civil colaboró con André Malraux en la filmación de L'Espoir (1937). Republicano, cruzó la frontera en 1939 y fue internado en un campo francés. Deportado a Argelia, consiguió escapar en 1942 y se trasladó a México, donde ha publicado la parte más significativa de su obra literaria. A pesar de sus comienzos esteticistas y de vanguardia, resulta ser un escritor de carácter realista y de fuerte contenido sociopolítico. Antes de la guerra civil había publicado Los poemas cotidianos (1930), Teatro incompleto (1930), Espejo de avaricia (1935) y Yo vivo (1936). A finales de la década de 1960 se atrevió a regresar a España, para comprobar el desconocimiento absoluto de su persona y de su obra entre los españoles, y poco después escribió La gallina ciega, diario español (1971) en la que recogió sus amargas impresiones. Publicó revistas muy personales: Sala de Espera (1960) y Los 60. Su obra narrativa comprende las novelas del ciclo El laberinto mágico (Campo cerrado, 1943; Campo de sangre, 1945; Campo abierto, 1951; Campo del moro, 1963; Campo francés, 1965; y Campo de los almendros, 1968); varios volúmenes de cuentos y, entre otras novelas, Juego de cartas (1964), compuesta de 108 naipes en cuyo reverso van escritas misivas que trazan el retrato del protagonista, Máximo Ballesteros. Esta obra abierta anticipa el procedimiento de Ítalo Calvino en El castillo de los destinos cruzados (1973). Su obra teatral es extensa. Escribió también poesía, un estudio sobre la novela española contemporánea y un manual de historia de la literatura española

martes, 13 de abril de 2010

SALOMÓN Y AZRAEL - YAEL AL DIN RUMI


Un hombre vino muy temprano a presentarse en el palacio del profeta Salomón, con el rostro pálido y los labios descoloridos.

Salomón le preguntó:

-¿Por qué estás en ese estado?

Y el hombre le respondió:

-Azrael, el ángel de la muerte, me ha dirigido una mirada impresionante, llena de cólera. ¡Manda al viento, por favor te lo suplico, que me lleve a la India para poner a salvo mi cuerpo y mi alma!

Salomón mandó, pues, al viento que hiciera lo que pedía el hombre. Y, al día siguiente, el profeta preguntó a Azrael:

-¿Por qué has echado una mirada tan inquietante a ese hombre, que es un fiel? Le has causado tanto miedo que ha abandonado su patria.

Azrael respondió:

-Ha interpretado mal mi mirada. No lo miré con cólera, sino con asombro. Dios, en efecto, me había ordenado que fuese a tomar su vida en la India, y me dije: ¿Cómo podría, a menos que tuviese alas, trasladarse a la India?

lunes, 12 de abril de 2010

EL CIERVO ESCONDIDO - ANONIMO CHINO


Un leñador de Cheng se encontró en el campo con un ciervo asustado y lo mató. Para evitar que otros lo descubrieran, lo enterró en el bosque y lo tapó con hojas y ramas. Poco después olvidó el sitio donde lo había ocultado y creyó que todo había ocurrido en un sueño. Lo contó, como si fuera un sueño, a toda la gente. Entre los oyentes hubo uno que fue a buscar el ciervo escondido y lo encontró. Lo llevó a su casa y dijo a su mujer:

-Un leñador soñó que había matado un ciervo y olvidó dónde lo había escondido y ahora yo lo he encontrado. Ese hombre sí que es un soñador.

-Tú habrás soñado que viste un leñador que había matado un ciervo. ¿Realmente crees que hubo un leñador? Pero como aquí está el ciervo, tu sueño debe ser verdadero -dijo la mujer.

-Aun suponiendo que encontré el ciervo por un sueño -contestó el marido- ¿a qué preocuparse averiguando cuál de los dos soñó?

Aquella noche el leñador volvió a su casa, pensando todavía en el ciervo, y realmente soñó, y en el sueño soñó el lugar donde había ocultado el ciervo y también soñó quién lo había encontrado. Al alba fue a casa del otro y encontró el ciervo. Ambos discutieron y fueron ante un juez, para que resolviera el asunto. El juez le dijo al leñador:

-Realmente mataste un ciervo y creíste que era un sueño. Después soñaste realmente y creíste que era verdad. El otro encontró el ciervo y ahora te lo disputa, pero su mujer piensa que soñó que había encontrado un ciervo que otro había matado. Luego, nadie mató al ciervo. Pero como aquí está el ciervo, lo mejor es que se lo repartan.

El caso llegó a oídos del rey de Cheng y el rey de Cheng dijo:

-¿Y ese juez no estará soñando que reparte un ciervo?

jueves, 8 de abril de 2010

EL ASNO DE KUICHÚ - ANONIMO CHINO


Nunca se había visto un asno en Kuichú, hasta el día en que un excéntrico, ávido de novedades, se hizo llevar uno por barco. Pero como no supo en qué utilizarlo, lo soltó en las montañas.

Un tigre, al ver a tan extraña criatura, lo tomó por una divinidad. Lo observó escondido en el bosque, hasta que se aventuró a abandonar la selva, manteniendo siempre una prudente distancia.

Un día el asno rebuznó largamente y el tigre echó a correr con miedo. Pero se volvió y pensó que, pese a todo, esa divinidad no debía de ser tan terrible. Ya acostumbrado al rebuzno del asno, se le fue acercando, pero sin arriesgarse más de la cuenta.

Cuando ya le tomó confianza, comenzó a tomarse algunas libertades, rozándolo, dándole algún empujón, molestándolo a cada momento, hasta que el asno, furioso, le propinó una patada. "Así que es esto lo que sabe hacer", se dijo el tigre. Y saltando sobre el asno lo destrozó y devoró.

¡Pobre asno! Parecía poderoso por su tamaño, y temible por sus rebuznos. Si no hubiese mostrado todo su talento con la coz, el tigre feroz nunca se hubiera atrevido a atacarlo. Pero con su patada el asno firmó su sentencia de muerte.

miércoles, 7 de abril de 2010

POLEMISTAS - LUIS ANTUÑANO

Varios gauchos en la pulpería conversan sobre temas de escritura y de fonética. El santiagueño Albarracín no sabe leer ni escribir, pero supone que Cabrera ignora su analfabetismo; afirma que la palabra trara* no puede escribirse. Crisanto Cabrera, también analfabeto, sostiene que todo lo que se habla puede ser escrito.

-Pago la copa para todos -le dice el santiagueño- si escribe trara.

-Se la juego -contesta Cabrera; saca el cuchillo y con la punta traza unos garabatos en el piso de tierra.

De atrás se asoma el viejo Álvarez, mira el suelo y sentencia:

-Clarito, trara.

(TRARA: TRIPODE DE HIERRO)

martes, 6 de abril de 2010

ANSIA - ANONIMO HINDU

Era un padre de familia. Había conseguido unas buenas condiciones de vida y había enviudado, después de que sus hijos se hicieran mayores y encauzaran sus propias vidas. Siempre había acariciado la idea de dedicarse a la búsqueda espiritual y poder llegar a sentir la unidad con la Conciencia Universal. Ahora que ya no tenía obligaciones familiares, decidió ir a visitar a un yogui y ponerlo al corriente de sus inquietudes, pidiéndole también consejo espiritual.

El yogui vivía cerca de un río. Cubría su cuerpo con un taparrabos y se alimentaba de aquello que le daban algunos devotos. Vivía en paz consigo mismo y con los demás. Sonrió apaciblemente cuando llegó hasta él el hombre de hogar.

-¿En qué puedo ayudarte? -preguntó cortésmente.

-Venerable yogui, ¿cómo podría yo llegar a percibir la Mente Universal y hacerme uno con Ella?

El yogui ordenó:

-Acompáñame.

El yogui condujo al hombre de hogar hasta el río. Le dijo:

-Agáchate.

Así lo hizo el hombre de hogar y, al punto, el yogui lo agarró fuertemente por la cabeza y lo sumergió en el agua hasta llevarlo al borde del desmayo. Por fin permitió que el hombre de hogar, en sus denodados forcejeos, sacara la cabeza. Le preguntó:

-¿Qué has sentido?

-Una extraordinaria necesidad y ansia de aire.

-Pues cuando tengas esa misma ansia de la Mente Universal, podrás aprender a percibirla y hacerte uno con ella.

lunes, 5 de abril de 2010

CONNLA Y EL HADA - ANONIMO CELTA


Connla, el de la Cabellera Roja, era hijo de Conn, el de las Cien Batallas. Un día, mientras se hallaba junto a su padre en lo alto del cerro de Usna, vio venir hacia él una doncella vestida con extrañas ropas.

-¿De dónde vienes, doncella? -dijo Connla.

-Vengo de las Llanuras de los inmortales -dijo- donde no hay muerte ni pecado. Allí siempre es fiesta y en nuestro gozo no necesitamos la ayuda de nadie. En nuestro placer no hay ningún conflicto. Y como tenemos nuestras casas en las redondas colinas verdes, los hombres nos llaman el Pueblo de la Colina.

El rey y todos los que estaban con él se maravillaron de oír una voz donde no veían a nadie. Pues, salvo Connla, ninguno de ellos vio al Hada.-¿Con quién estás hablando, hijo mío? -dijo el rey Conn.

Entonces la doncella respondió:

-Connla habla con una joven y hermosa doncella, a quien no le espera la muerte ni la vejez. Amo a Connla y ahora quiero llevármelo conmigo a la Llanura del Placer, Moy Mell, donde Boadag reina para siempre jamás y donde no ha habido queja ni pena desde que él ocupa el trono. ¡Oh, ven conmigo, Connla, el de la Cabellera Roja, rosado como la aurora y de piel leonada! Una corona de hada te aguarda para adornar tu hermoso rostro y tu regia figura. Ven, y ni tu hermosura ni tu juventud se marchitarán hasta el pavoroso día del juicio.

El rey, atemorizado por las palabras de la doncella, a la que oyó aunque no pudo verla, llamó con voz fuerte a su druida, de nombre Coran.

-¡Oh Coran, el de los muchos hechizos y la magia astuta! -dijo- necesito tu ayuda. Sobre mí ha recaído una tarea demasiado grande para mí habilidad y mi ingenio, mayor que todas las que me han sido impuestas desde que me apoderé del trono. Ha venido a nosotros una doncella invisible y con su poder quiere arrebatarme a mi querido y hermoso hijo. Si no me ayudas, será arrebatado a tu rey con estratagemas y brujerías de mujer.

Entonces Coran, el druida, se adelantó y recitó sus conjuros hacia el lugar donde se oyó la voz de la doncella. Y nadie volvió a oír su voz, ni Connla pudo verla ya más. Pero, mientras desaparecía ante el poderoso conjuro del druida, lanzó una manzana a Connla.

Durante todo un mes, a partir de aquel día, Connla no comió ni bebió nada, salvo de aquella manzana. Pero la parte que comía de ella volvía a crecer, y la manzana siempre estaba entera. Y durante todo ese tiempo creció dentro de él un intenso anhelo y una fuerte añoranza por la doncella que había visto.

Pero cuando llegó el último día del mes de espera, Connla se hallaba al lado de su padre, el rey, en la Llanura de Arcomin, y de nuevo vio a La doncella venir hacia él, y otra vez ésta le habló.

-Un lugar glorioso, en verdad, ocupa Connla entre los mortales efímeros que esperan el día de la muerte. Pero ahora el pueblo de la vida, aquéllos que viven para siempre, te ruegan y te invitan a que vengas a Moy Mell, la Llanura del Placer, pues han aprendido a conocerte viéndote en tu casa entre tus seres queridos.

Cuando Conn, el rey, oyó la voz de la doncella, llamó a voces a sus hombres y dijo:

-Hagan que venga a toda prisa mi druida Coran, pues veo que hoy ella tiene de nuevo el poder de hablar.

Entonces la doncella dijo:

-Oh, poderoso Conn, luchador de cien batallas, el poder del druida es poco apreciado; se lo tiene en poca honra en la tierra poderosa poblada por tantos de los justos. Cuando llegue la Ley, abolirá los conjuros mágicos del druida que vienen de los labios del falso demonio negro.

El rey Conn observó que, desde la llegada de la doncella, su hijo Connla no contestaba a nadie que le dirigiera la palabra. Por eso Conn, el de las cien batallas, le dijo:

-¿Qué piensas de lo que dice esta mujer, hijo mío?

-Es muy duro para mí -respondió Connla-. Amo a mi pueblo por encima de todo; y, sin embargo, se apodera de mí un gran anhelo por la doncella.

Cuando la doncella oyó estas palabras, respondió y dijo:

-El océano no es tan fuerte como las olas de tu anhelo. Ven conmigo en mi curragh, mi resplandeciente canoa de cristal que se desliza en línea recta. Podemos llegar pronto al reino de Boadag. Ya veo hundirse al sol radiante, pero aunque esté tan lejos, podemos llegar allí antes de que oscurezca. Hay allí, también, otro país digno de tu viaje, una tierra alegre para todos los que la buscan. Sólo esposas y doncellas viven en ella. Si tú quieres, podemos buscarla y vivir allí juntos los dos solos alegremente.

Cuando la doncella cesó de hablar, Connla, el de la Cabellera Roja, se alejó corriendo de ellos y saltó al curragh, la resplandeciente canoa de cristal que se desliza en línea recta. Y entonces todos ellos, el rey y la corte, la vieron deslizarse lejos por encima del mar brillante en dirección al sol poniente. Lejos y más lejos, hasta que el ojo no pudo verlos más, y Connla y el Hada siguieron su camino por el mar, y nunca mas fueron vistos ni nadie supo nunca dónde fueron.