domingo, 25 de julio de 2010

LA PERSECUCION DEL MAESTRO - Alexandra David-Néel


La persecución del maestro

Alexandra David-Néel

Entonces el discípulo atravesó el país en busca del maestro predestinado. Sabía su nombre: Tilopa; sabía que era imprescindible. Lo perseguía de ciudad en ciudad, siempre con atraso.

Una noche, famélico, llama a la puerta de una casa y pide comida. Sale un borracho y con voz estrepitosa le ofrece vino. El discípulo rehúsa, indignado. La casa entera desaparece; el discípulo queda solo en mitad del campo; la voz del borracho le grita: Yo era Tilopa.

Otra vez un aldeano le pide ayuda para cuerear un caballo muerto; asqueado, el discípulo se aleja sin contestar; una burlona voz le grita: Yo era Tilopa.

En un desfiladero un hombre arrastra del pelo a una mujer. El discípulo ataca al forajido y logra que suelte a su víctima. Bruscamente se encuentra solo y la voz le repite: Yo era Tilopa.

Llega, una tarde, a un cementerio; ve a un hombre agazapado junto a una hoguera de ennegrecidos restos humanos; comprende, se prosterna, toma los pies del maestro y los pone sobre su cabeza. Esta vez Tilopa no desaparece.

miércoles, 21 de julio de 2010

LOS OJOS CULPABLES - AH' MED ECH CHIRUANI




LOS OJOS CULPABLES

Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la miró y echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió:

-Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios.

Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo:

-¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.

Ella le respondió:

-No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.

A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía:

-La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos tomado.

Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta.

domingo, 18 de julio de 2010

UNA OPTIMISTA - AMBROSE BIERCE


Una optimista AMBROSE BIERCE
Dos ranas en la panza de una serpiente meditaban sobre su nuevo destino.
__¡Qué mala suerte hemos tenido! _dijo la una.
__No saques conclusiones apresuradas _agregó la otra_. Aquí no llueve y tenemos casa y comida.
__Casa, desde luego _dijo la primera rana_, pero no veo la comida por ninguna parte.
__Eres una bocazas _explicó la otra_. Nosotras somos la comida.

domingo, 11 de julio de 2010

PRIMER AVISO - JUAN JOSÉ MILLAS

Primer aviso - JUAN JOSÉ MILLAS

El otro día, en el contestador automático de mi teléfono, una voz angustiada había dejado el siguiente mensaje: "Mamá, soy yo, Cristina, que si puedo cenar hoy en tu casa, sólo te llamo para eso, para saber si puedo cenar contigo esta noche, avísame, por favor, no dejes de avisarme estaré toda la tarde aquí, soy Cristina".
Evidentemente, no soy la madre de Cristina, así que se quedó sin cenar la pobre, y yo también, pues no fui capaz de freír un par de huevos conociendo el drama de esa pobre chica. Algunas voces anónimas son como microorganismos que te infectan el día, y no hay Frenadol que las pare.
Al día siguiente de lo de Cristina llegué a casa, le di a la tecla del contestador y alguien dijo: "Pedro, que lo de Luis, por fin, era maligno y encima Marisol se ha roto un brazo. A mamá no le hemos dicho nada todavía porque con las crisis respiratorias que tiene últimamente no lo soportaría. Nacho, por fin, va a repetir el COU". Evidentemente, tampoco soy Pedro, no conozco a Luis ni a Marisol, y me importa un rábano que Nacho repita el COU, pero me amargó la vida esa acumulación de desgracias ajenas, qué quieren que les diga. Cuando llevas dos días seguidos escuchando mensajes de este calibre, el receptáculo donde se aloja la cinta del contestador empieza a parecerte un nicho ecológico donde se reproducen microorganismos perjudiciales para la salud emocional, así que desinfecté la cinta, pero al regresar del trabajo escuche: "Miguel, es la última vez que me das un plantón porque esta misma tarde me voy a suicidar". Tampoco soy Miguel, pero estuve tres días con mala conciencia buscando una muerte violenta en la sección de sucesos, y así no se puede vivir.
De manera que hoy, decidido a defenderme, he marcado al azar unos números hasta dar con un contestador en el que he grabado el siguiente mensaje: "Marta, que vengas en seguida porque Manolito se ha caído por el hueco de la escalera y Ricardo se ha tragado una cuchilla de afeitar, pero no me puedo mover de casa porque no tengo con quién dejar al bebé. Date prisa". Ha sido un desahogo, la verdad, me he quedado más ancho que largo. Y pienso subir el tono si la guerra se prolonga. El que avisa no es traidor.

sábado, 10 de julio de 2010

CAPERUZA ROJA - JAMES FINN GARNER


Caperuza Roja
Érase una vez una persona de corta edad llamada Caperuza Roja que vivía con su madre en la linde de un bosque. Un día, su madre le pidió que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, mucho cuidado, sino porque aquella era una acción generosa que contribuía a afianzar el sentimiento de comunidad. Además, su abuela no estaba ni mucho menos enferma, sino que gozaba de completa salud física y mental y era perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que era.
De manera que Caperuza Roja cogió su cesta y emprendió el camino a través del bosque. Muchas personas creían que el bosque era un lugar siniestro y peligroso, por lo que jamás se aventuraban en él. Caperuza Roja, sin embargo, poseía la suficiente confianza en su incipiente sexualidad como para evitar sentirse intimidada por una imaginería tan obviamente freudiana.
De camino a casa de su abuela, Caperuza Roja fue abordada por un lobo que le preguntó qué llevaba en la cesta.
_Un saludable tentempié para mi abuela _respondió_, quien, sin lugar a dudas, es perfectamente capaz de cuidar de sí misma como persona adulta y madura que es.
_No sé si sabes, querida _dijo el lobo_, que recorrer a solas estos bosques es peligroso para una niña pequeña.
Y Caperuza respondió:
_Ésa es una observación machista y en extremo insultante, pero haré caso omiso de ella debido a tu tradicional condición de proscrito social, lo que te ha producido una angustia que, a su vez, te ha llevado a desarrollar tu propia perspectiva de la vida, perfectamente válida, desde luego. Y ahora, si me perdonas, debo seguir mi camino.
Caperuza Roja continuó caminando por el sendero. Pero el lobo, que, por su condición de segregado social, estaba liberado de esa dependencia servil del pensamiento lineal tan propia de Occidente, conocía una ruta más rápida para llegar a casa de la abuela.
Una vez allí, irrumpió bruscamente en la casa y devoró a la anciana, adoptando con ello un modelo de conducta completamente válido para un carnívoro como él. A continuación, inmune a las rígidas nociones tradicionales de lo masculino y lo femenino, se puso el camisón de la abuela y se acurrucó en el lecho.
Caperuza Roja entró en la cabaña y dijo:
_Abuela, te he traído algunas fruslerías bajas en calorías y en sodio, en reconocimiento a tu papel de sabia y generosa matriarca.
_Acércate más, criatura, para que pueda verte _dijo suavemente el lobo desde el lecho.
_¡Oh! _repuso Caperuza_. Había olvidado que visualmente eres tan limitada como un topo. Pero, abuela, ¡qué ojos tan grandes tienes!
_Han visto mucho y han perdonado mucho, querida.
_Abuela, ¡qué nariz tan grande tienes!..., relativamente hablando, claro está, y a su modo indudablemente atractiva.
_Ha olido mucho y ha perdonado mucho, querida.
_Pero ¡abuela, qué dientes tan grandes tienes!
Y el lobo respondió:
_Estoy satisfecho de ser quien soy y lo que soy _y, saltando de la cama, aferró a Caperuza Roja con sus garras, dispuesto a devorarla.
Caperuza gritó, pero no como resultado de la aparente tendencia del lobo hacia el travestismo, sino por la deliberada invasión que había llevado a cabo de su espacio personal.
Sus gritos llegaron a oídos de un operario de la industria maderera (o técnico en combustibles vegetales, como él mismo prefería que lo llamaran) que pasaba por allí. Al entrar en la cabaña, advirtió el revuelo y trató de intervenir. Pero apenas había levantado su hacha cuando tanto el lobo como Caperuza Roja se detuvieron.
_¿Puede saberse con exactitud qué cree usted que está haciendo? _inquirió Caperuza.
El operario maderero parpadeó e intentó responder, pero las palabras no acudían a sus labios.
_¡Se cree acaso que puede irrumpir aquí como un Neandertal cualquiera y delegar su capacidad de reflexión en el arma que lleva consigo! _prosiguió Caperuza_. ¡Machista! ¡Discriminador de especies animales! ¿Cómo se atreve a dar por hecho que las mujeres y los lobos no son capaces de resolver sus propias diferencias sin la ayuda de un hombre?
Al oír el apasionado discurso de Caperuza, la abuela saltó de la panza del lobo, arrebató el hacha al operario maderero y le cortó la cabeza. Superado este duro trance, Caperuza, la abuela y el lobo creyeron experimentar cierta afinidad en sus objetivos, decidieron instaurar una forma alternativa de comunidad basada en la cooperación y el respeto mutuos y, juntos, vivieron felices en el bosque para siempre.

jueves, 8 de julio de 2010

LA FÉ Y LAS MONTAÑAS - MONTERROSO


La fe y las montañas - Augusto Monterroso

Al principio la fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.

martes, 6 de julio de 2010

EL SUEÑO DEL REY - LEWIS CARROLL


EL SUEÑO DEL REY
LEWIS CARROLL

-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña? ¿Lo sabes?

-Nadie lo sabe.

-Sueña contigo. Y si dejara de soñar, ¿qué sería de ti?

-No lo sé.

-Desaparecerías. Eres una figura de su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.

lunes, 5 de julio de 2010

UN TERCERO EN DISCORDIA - ROBERT BURTON


UN TERCERO EN DISCORDIA
ROBERT BURTON

En su Vida de Apolonio, refiere Filostrato que un mancebo de veinticinco años, Menipio Licio, encontró en el camino de Corinto a una hermosa mujer, que tomándolo de la mano, lo llevó a su casa y le dijo que era fenicia de origen y que si él se demoraba con ella, la vería bailar y cantar y que beberían un vino incomparable y que nadie estorbaría su amor. Asimismo le dijo que siendo ella placentera y hermosa, como lo era él, vivirían y morirían juntos. El mancebo, que era un filósofo, sabía moderar sus pasiones, pero no ésta del amor, y se quedó con la fenicia y por último se casaron. Entre los invitados a la boda estaba Apolonio de Tiana, que comprendió en el acto que la mujer era una serpiente, una lamia, y que su palacio y sus muebles no eran más que ilusiones. Al verse descubierta, ella se echó a llorar y le rogó a Apolonio que no revelara el secreto. Apolonio habló; ella y el palacio desaparecieron.