Cuentos glaciales
Jacques Sternberg
La fotografía, cuidadosamente pegada en el contrachapado, ocupaba toda la pared y representaba un lago que por cierto era bastante banal, nada pintoresco a fin de cuentas. En el lago se veía una barca, perdida a lo lejos, minúscula. El hombre tardó mucho antes de rendirse a la evidencia: la barca, semana a semana, se agrandaba. Desplazándose inexorablemente en un eje espacio-temporal imposible de definir, la barca se iba agigantando porque avanzaba en el lago, procedente de alguna orilla lejana, rumbo al marco exterior de aquella foto. Cierto día, el hombre pudo distinguir que había dos personajes en la barca. Uno timoneaba y el otro esperaba. Un mes más tarde fue capaz de discernir otros detalles. Quien timoneaba tenía los brazos desnudos, dato nada sorprendente. En tanto, el otro, el que esperaba, observaba la habitación con insistencia y en sus rodillas había un fusil cuyo cañón apuntaba hacia mí.