El señor K. y la naturaleza
BERTOLT BRECHT
El señor K. y la naturaleza
Interrogado sobre sus relaciones con la naturaleza, el señor K. contestó:
—De cuando en cuando me gustaría ver algún que otro árbol al salir de
casa, en esos momentos, sobre todo, en que, debido al cambio de aspecto que
experimentan según la hora del día y la época del año, tan particular grado de
realidad alcanzan. Ocurre además que en las ciudades, el invariable espectáculo
de objetos de uso, como casas y calles que no tendrían sentido de estar
deshabitadas, acaba por trastornarnos. Nuestra singular organización social nos
hace incluir también a los hombres entre los objetos de uso. Pues bien, los
árboles tienen —al menos para mí, que no soy carpintero— un no sé qué de
autónomo, de independiente de mi persona que me tranquiliza, y confío en que
incluso para el carpintero tengan también algo que no sea reducible a pura y
simple utilidad.
(El señor K. dijo asimismo:
—Es preciso que hagamos un uso racional de la naturaleza. Quien
permanece en su seno sin trabajar, cae fácilmente en un estado enfermizo. Le
ataca una especie de fiebre.)
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